Existen
estudios que sostienen que la influencia de las 7.500 toneladas de
cloro provenientes de CFC que ascienden anualmente a la estratosfera es
mínima frente a los 600.000.000 de toneladas de cloro y flúor (otro gas
agresivo) en forma de sales que escapan de los océanos como aerosoles.A
estas cantidades de compuestos químicos de origen natural habría que
sumarles los aportes de metilcloro por incendios de bosques y, por lo
menos, otros 36.000.000 de toneladas anuales en forma de HCl proveniente
de erupciones volcánicas. Se han observado correlaciones entre
erupciones volcánicas fuertes y disminuciones temporarias en el tenor de
ozono estratosférico y se considera probable que los volcanes de la
Antártida tengan un efecto muy directo: uno solo de ellos, el Erebus,
expulsa cada año unas 15.000 toneladas de cloro y, algo menos de flúor, a
muy poca distancia de la estratosfera antártica. Sin embargo, se sabe
que la mayor parte de este cloro regresa a la Tierra arrastrado por las
lluvias antes de salir de la troposfera. Tampoco hay acuerdo sobre estas
cifras relativas, que dependen de las mediciones y del método de
cálculo.
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